No podemos y no debemos cerrar los ojos, ignorando las injusticias cometidas por tantos herejes en el transcurso de los años y en nuestra sociedad actual.
Reventado farolas y quemando contenedores, no lograremos aplacar el dolor de aquellos que sufrieron en una transición, tan llena de libertades utópicas, como de miedos.
Nuestros abuelos, tíos, se manifestaron en pos de un sueño. Todos somos conscientes de ello.
Nuestro país no olvida los cuarenta años de represión, de cárceles y de muertes inocentes.
Nuestra generación, es afortunada por tener esta realidad. Una rosa con espinas.
En muchas casas aun se venera la injusticia, la intolerancia y la represión. En otras muchas, los recuerdos son dolorosos y se suspira mirando a unos hijos, que con pantalones rasgados se manifiestan en defensa de unas leyes, unos derechos, una lengua y unas libertades.
Los padres ya no temen que sus hijos no vuelvan de estas manifestaciones y esa tranquilidad, no es entendida por ningún joven.
Ahora, tampoco nos confundamos, pues no todo es quejarse y rebeldía. No todos saben lo que defienden y por el simple echo de ser diferente, ignoran todo lo que nuestro país sufrió para llegar hasta donde estamos. Tantas lágrimas, tantos silencios impuestos y tantas corrupciones llenas de oscuridad. Miles de perdones son los que aguardan aun muchos hogares.
1975, fue un gran año para empezar a soñar con la libertad, que ahora es una realidad cambiante.
¡Hijos de la libertad, hijos de los sueños rotos, levantaos de las tumbas y clamad el perdón que se os ha negado!
¡No más nazis! ¡no más fascistas! ¡no más represiones! ¡no más muertes por un miedo infundado!
Demos gracias porque el cielo, hoy no es gris.
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