Se sentó. Respiró profundamente notando como sus fosas nasales se abrían, sintiendo incluso una ligera presión en las sienes. Se las toco con los dedos índices, haciendo un suave movimiento en circulo. Dio otro trago al café. Sintió su amargor en el paladar y el dulzor del azúcar en su garganta. Le gustaba el café. Desde que dormir era una utopía había recurrido a el para no parecer un zombie por las mañanas, pero odiaba la teoría de que dejaba los dientes amarillos, por eso después de cada taza, lavaba con sumo cuidado su dentadura y se aseguraba mirándose en el espejo de que el color blanco no perdía ni un ápice de intensidad, de que no se estaban poniendo amarillos como el limón, como el ocre o como las hojas de un libro viejo. No quería parecer un libro viejo y desusado, quería parecer un bets-seller. En el fondo, sabia que era un viejo libro, en una vieja estantería, lleno de polvo que nadie limpiaba, porque a nadie le interesaba el titulo de la solapa.
Volvió en si. Paso la lengua por sus dientes, deteniéndose en cada pequeño surco. Trago saliva y dejo el cepillo de dientes en el vaso junto al dentífrico.
Volvió en si. Paso la lengua por sus dientes, deteniéndose en cada pequeño surco. Trago saliva y dejo el cepillo de dientes en el vaso junto al dentífrico.
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