23 ene 2011

En tus oídos

Era de noche.Una noche de verano. El aire que entraba por las ventanas era caliente, pero al contraste con la temperatura de la habitación, parecía refrescar.
Había estado todo el día andando por la ciudad de un lado a otro, recogiendo encargos, haciendo recados y solucionando algunos asuntos sin importancia. Se sentía vacía y aunque su día había sido muy ajetreado, no había hecho nada importante, nada que realmente le apeteciese.
El sudor pegajoso la hacía sentirse sucia. Sabía que no lo estaba, puesto que esa mañana antes de salir, se había dado una ducha.
Entró en el cuarto de baño y encendió el grifo. El agua estaba demasiado caliente, lo ajustó para que saliera a una temperatura agradable. Se desnudó poco a poco, se detuvo frente al espejo y observó su cuerpo desnudo.
El agua se deslizaba por su pelo y caía en su espalda como una cascada.
Aplico el jabón y el olor mezclado con el vaho, invadió el baño. La espuma se deslizaba suavemente entre sus dedos. Agarró un poco y formó una figura, parecía un pequeño pastel de nata. Se enjuagó y aunque el agua era clara, permaneció unos minutos mas debajo del chorro. Todo enmudecía y sus pensamientos parecían tener un sonido más rotundo, un volumen más elevado.
Cerró el grifo poco a poco, casi acariciándolo. Salió de la ducha, el agua que resbalaba de su cuerpo, formaba un charco a sus pies. Movió los dedos hacia arriba, que al caer de nuevo en el suelo chapotearon.
Con el pelo aun mojado y desnuda, se tumbó en la cama. Dio la vuelta sobre si misma y se percató de que había entrado agua en sus oídos. Esto producía un sonido molesto y persistente, con cada pequeño movimiento. Se mantuvo estática para no escucharlo.
Cuando lo había olvidado, sumergida en sus pensamientos, volvió a cambiar de posición y el agua de los oídos volvió a sonar, pero entonces se sentía bien, el ruido ya no la molestaba, la ensordecía y esa sensación la hacía sentirse evadida por segundos de la realidad.
Permaneció en la cama durante mucho tiempo. Su pelo ya estaba casi seco y su cuerpo ardía de nuevo.
Se levantó. Tenía hambre. Al incorporarse, el agua se deslizó por sus oídos hasta salir y humedecer el exterior de sus orejas. La realidad, le dio una bofetada y los sonidos externos volvieron a perturbar su tranquilidad.
Comió un plato de spaghetti y se volvió a duchar. Quería que el agua entrase de nuevo en sus oídos.

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